martes, 8 de noviembre de 2016

IV - El regreso


Pasamos buena noche y nos pusimos en ruta pronto, los primeros kilómetros fui muy pendiente del comportamiento de la rueda, afortunadamente no noté nada extraño. Según nos acercábamos al taller encontramos una carretera cortada por obras, la alternativa del gps era hacernos cruzar un canal por un estrecho puente que no me ofrecía ninguna confianza y menos después de lo de ayer. Circulamos unos cuantos kilómetros más y todo su empeño era que hiciéramos un cambio de sentido, a lo que yo me negaba pues era para llevarnos al puente de marras. Cuando quisimos darnos cuenta estábamos en los alrededores del puerto de Livorno, ya si que había que hacer un cambio de sentido. La fortuna esta vez nos sonrió y pasamos junto a un taller de Michelin. Entramos, le conté a un trabajador lo que nos había pasado y le pregunté si podía echar un vistazo a la rueda, lo hizo y nos tranquilizó: la rueda estaba en condiciones para emprender el viaje de regreso.

Podíamos emprender la vuelta, y así lo hicimos poniendo rumbo hacia un pueblo de la Provenza francesa (Pélisanne). Atravesamos nuevamente los más de 170 túneles, cruzamos la Costa Azul y ya de noche llegamos al destino para pernoctar.

Al día siguiente otra buena panzada de kilómetros hasta llegar a Cambrils sobre las 7 y media de la tarde a casa de nuestros amigos Joan y Rosa, después de cenar nos llevaron a un delicioso concierto de jazz en una sala pequeña, que nos encantó. Este es el grupo que actuaba THE HOT PICKLES QUINTET (hay algún vídeo suyo en youtube, merece la pena escucharlos).

A la mañana siguiente nos llevaron de excursión al bello pueblo de Siurana en el Priorato.



Después de un rato de sobremesa nos pusimos otra vez en marcha con rumbo a Calatayud, se nos hizo algo tarde y terminamos pernoctando en La Almunia de Doña Godina.

La mañana del domingo 23 llegamos a encerrar la autocaravana y a comer a Madrid.
 
Han sido 20 días de intenso viaje, muchos kilómetros, situaciones complicadas, empacho de arte, buena comida, hermosos lugares, buen vino, climatología variable y peor de la esperada, gas-oíl carísimo en Italia. Gente pícara y gente maravillosa....

Toscana bien vale un detenido viaje, habrá que volver para recorrer los muchos lugares que nos han faltado. La experiencia adquirida nos servirá para disfrutar más y sufrir menos.

III - La Toscana


Hicimos casi todo el camino hasta Arezzo de noche, los últimos kilómetros por carreteras convencionales y comprobamos que así como las autopistas de peaje tienen un excelente asfaltado el resto está en un lamentable estado de conservación. En Arezzo aparcamos en un gran aparcamiento junto a unas cuantas autocaravanas. La noche fue muy lluviosa, pero el viernes 14 amaneció soleado, era día par y se mantenía la regla de que los días pares......

Arezzo, como el resto de poblaciones que visitaríamos después está construida en lo alto de una colina, costumbre muy italiana la de edificar en las cimas de las montañas. Caminamos unos diez minutos hasta la puerta de la muralla en la que empiezan las escaleras mecánicas que llevan a lo alto del pueblo. Visitamos en primer lugar la catedral gótica y echamos un vistazo al resto de edificios históricos que hay en la plaza (palacio episcopal, ayuntamiento....) después fuimos hacia la Piazza Grande deteniéndonos antes para contemplar la Pieve (iglesia en italiano) de Sta. María que tiene una magnífica fachada románica y un campanario con 40 aberturas conocido como la torre de los 100 agujeros.


 
En el interior destaca un maravilloso políptico de Pietro Lorenzzi, una cripta con unos deliciosos capiteles en sus columnas y en la nave central una columna pintada al fresco representando a dos santos.

 

La Piazza Grande está totalmente inclinada y en ella destaca el precioso ábside de la Pieve de Sta. María y en él una columna quebrada muy graciosa.

 

Aquí se rodaron gran parte de las escenas de La vida es bella .
Por último fuimos a la Iglesia de S. Francisco en la que se encuentra el ciclo de 10 frescos de Piero della Francesca sobre la leyenda de la Vera Cruz.



Regresamos a la autocaravana y pusimos rumbo al siguiente destino: Cortona. Que también se encuentra en lo alto de un cerro. Aparcamos a media ladera, comimos y tomamos las escaleras mecánicas que llevan al casco histórico, en realidad una calle principal repleta de pequeños comercios desde la que salen callejones a ambos lados.



Al final del recorrido se llega al Duomo, que estaba cerrado, y al museo diocesano en el que se conservan espléndidas obras de Luca Signorelli y Fra Angelico.


 
Regresamos al aparcamiento, desde el que se divisan unas magníficas vistas del Val di Chana con el lago Trasimeno al fondo. Unos negros nubarrones anunciaban la ruptura de la norma de sol en los días pares.

El siguiente destino era Lucignano y hacia allí nos dirigimos, antes de llegar hicimos una parada en un LIDL para comprar sus magníficos yogures (milbona bio-natural). Lucignano, para no ser menos, también está en lo alto de un cerro, solo teníamos referencia de un aparcamiento y hacia él fuimos con la desagradable sorpresa de que estaba cerrado el acceso por unas vallas. Era noche cerrada y comenzaba a llover. En la travesía de la población no habíamos visto ninguna otra alternativa donde poder parar para recomponer la situación así que decidimos avanzar por la carretera hasta que encontráramos un lugar donde poder hacerlo y plantearnos que hacer, avanzábamos kilómetros sin encontrar donde parar, la lluvia se intensificaba, la noche era cerrada, la carretera estrecha y la situación inquietante. Finalmente accedimos a una población sin saber cual era, el gps y el teléfono nos indicaron que estábamos en Monte San Savino. Encontramos un lugar asfaltado en el que aparcar y decidimos quedarnos allí. La lluvia no cesaba y la tormenta explotó, la antena de televisión localizó el satélite, pero el decodificador no mostraba señal de emisora alguna, pidió una actualización, intentó hacerla pero no conseguía acabar, lo reinicié varias veces con resultado infructuoso, cuando decidimos renunciar no se dejaba apagar, al final tuve que desconectarlo y no ha vuelto a funcionar. Intentamos ver algún capitulo de Juego de Tronos con el dvd de la televisión pero el ruido de la lluvia impedía escuchar el sonido, así que decidimos irnos pronto a la cama. La tormenta duró muchas horas, los relámpagos y los truenos eran cada vez más fuertes y su intervalo cada vez menor.

Después de la tempestad vino la calma y el sábado 15 amaneció frio y soleado, había llegado el momento de replantearse el resto del viaje, teniendo en cuenta que la fecha de regreso desde Italia no se podía variar por los compromisos que teníamos en España, había que renunciar a parte del viaje, y así lo hicimos. De momento y dado que Monte San Savino nos había dado cobijo miramos en la guía y vimos que tenía algún interés y decidimos dedicarle un rato. Recorrimos su centro histórico, que tiene rincones y edificios hermosos, e hicimos alguna compra. Después pusimos rumbo a Montepulciano una población más en lo alto de un cerro, aparcamos en el parquing de pago junto a unas cuantas autocaravanas, revisamos nuestras notas sobre esa población y Tere localizó dos o tres restaurantes de comida toscana recomendables para invitarme a comer pues era su santo. En Montepulciano no hay escaleras mecánicas para subir, pero si un microbús que se coge antes de la muralla y lleva hasta la Plaza Grande en la que están la catedral y el ayuntamiento. Nos pusimos en la parada a esperar y cuando llegó el micro nos montamos le pregunté al conductor que cuanto costaban los billetes y me dijo que él no los vendía.... me fui a sentar junto a Tere y comenzó a ascender por una calle empinada y muy estrecha con comercios a ambos lados, de repente paró junto a uno de los comercios y le pidió a la dependienta dos billetes, me los dió y le pagué los 4€.

Curioso sistema el de los transportes urbanos italianos, en unos no se venden los billetes a bordo, en otros cuesta más comprarlos al conductor que en los comercios donde los venden, en las paradas suele poner donde se venden, pero puede estar desactualizado. En alguna ocasión he ido a comprar billetes a bares donde ya no los venden. En alguna población se pueden comprar vía SMS y en otros se pueden adquirir en las máquinas de pago de los aparcamientos. Un verdadero galimatias.

Nos bajamos en la Plaza en la que están la catedral, el ayuntamiento y el Palazzo Contucci que alberga la Cantina (bodega) del mismo nombre.

 

Montepulciano además de por sus monumentos, callejuelas y magníficas vistas tiene fama por sus excelente vinos, especialmente el Nobile de Montepulciano, que se cultiva en sus laderas en pequeños viñedos.

Comenzamos el descenso por las empinadas cuestas en busca del restaurante elegido El Logge del Vignola, desde el primer momento nos pareció un lugar encantador, el trato exquisito, la comida superior y el vino una maravilla. De aperitivo nos pusieron una especie de brandada acompañada de una copa de espumoso. Tanto el entrante, una tempura de verduras acompañada de una salsa agridulce, como los segundos: un bacalao y unas costillas de cerdo estaban buenísimos, muy bien presentados y con unas guarniciones exquisitas.

La guinda del pastel vino con el postre, un tiramisú deconstruido: una base de helado de avellana en forma de cono truncado, encima una bola de chocolate recubriendo el mascarpone, una vez en el plato lo rocían con grappa de nobile de montepulciano y le prenden fuego, la bola explota y el chocolate se derrite. Si el espectáculo visual era magnífico al degustar aquella exquisitez se rozaba lo sublime. Muy recomendable. www.leloggedelvignola.com



Después de tan espléndida comida retomamos la ascensión a pie por la calle principal, tomamos un café en el histórico Poliziano desde cuya terraza se divisa una magnifica vista hacia el valle con el lago Trasimeno al fondo. En la calle desembocan empinados callejones a izquierda y derecha.

La calle está repleta de comercios de todo tipo y salpicada de palacios. De vez en cuando aparecen miradores al valle, nos lo tomamos con mucha calma y conseguimos llegar hasta lo alto disfrutando de las vistas y de la buena tarde que hacía. Hicimos unas cuantas compras gastronómicas.



Una vez salimos de la muralla contemplamos la puesta de sol entre nubes y más tarde la luna llena sobre el valle.

La noche fue tranquila y el domingo 16 amaneció despejado pero con la niebla densa en el valle. Había anunciado mercadillo ecológico y además queríamos comprar vino. Nos fuimos al mercadillo que resultó ser normal y corriente como los de nuestra tierra, así y todo hicimos alguna compra. El microbús no funcionaba pues la calle estaba ocupada por los puestos del mercadillo, comenzamos la ascensión lentamente, nos paramos de vez en cuando a contemplar las vistas hacia el valle con la niebla, casi sin darnos cuenta llegamos hasta la plaza, allí visitamos un par de cantinas y degustamos algún vino. El recuerdo del que habíamos bebido con la comida del día anterior hacía que ninguno nos gustara, así que esperamos a que abriera el restaurante y les compramos a ellos unas botellas. Nos reconocieron y les encantó que volviéramos.

Pusimos rumbo a Siena, el aparcamiento que habíamos elegido era, teóricamente, el que tenía el acceso más fácil al casco histórico. Por contra sabíamos que sería bastante ruidoso por el tráfico que lo rodeaba. Lo segundo era cierto, lo primero no tanto. Había que caminar unos quince minutos por una carretera con bastante pendiente, el primer tramo no tenía ni acera ni arcén. Después de la dura subida se llegaba a una sucesión de escaleras mecánicas que dejaban cerca de la catedral. Paramos un rato a contemplar la fachada iluminada todavía en parte por el sol.



Me acerqué a la taquilla a comprar las entradas para la visita al conjunto catedralicio, me aseguraron que servían para el día siguiente así que dada la hora optamos por dejar la visita para el lunes y nos dedicamos al callejeo demorando la llegada a la impresionante Plaza del Campo, cuando por fin accedimos a ella el espectáculo fue magnífico, la parte alta de algunos edificios aún estaba iluminada por los últimos rayos de sol.



Divagamos un poco más y finalmente nos sentamos en una terraza a tomar una cerveza, la más cara de nuestra vida, 8€ cada una. Pasamos un buen rato sentados disfrutando del tontódromo (lugar en que la gente pasea de un lado a otro para ver y ser vistos). Así habíamos bautizado hace 7 años a la calle principal de Peruggia en nuestro anterior viaje a Italia. En el camino de regreso a las escaleras pasamos por un comercio de chocolate en el que no paraban de ofrecer muestras de degustación, al final picamos y compramos algo.



La noche según lo previsto fue ruidosa y amaneció con niebla en el valle y sol en lo alto. Repetimos la desagradable subida, pues aunque había autobús no venía ninguno y para comprar los billetes había que ir a una gasolinera cruzando dos carreteras con mucho tráfico y sin paso de peatones.

Cuando llegamos a la catedral estaba cerrada y no ponía el horario de apertura, averiguamos que abriría a las 10,30. Para hacer tiempo entramos en Santa María de la Scalla, edificio gótico antiguo hospital de peregrinos, escuchamos música y localizamos su origen, procedía de una capilla en la que había un concierto de órgano que había empezado a las 10 de la mañana ¡que horarios tan raros tienen en Siena!

Por fin nos adentramos en la catedral y pudimos contemplar las maravillas que alberga, especialmente llamativos son los suelos de mármol con escenas bíblicas e históricas.



También son interesantes la sillería, algunas esculturas de Miguel Ángel y de Donatello, y la librería Piccolomini que alberga los libros del Papa Pio II y cuyo techo está cubierto por frescos de Pinturicchio. Concluida la visita de la catedral accedimos al museo que alberga magníficas esculturas y subimos los casi doscientos peldaños que dan acceso a la azotea de Facciatone, desde la que se tiene la mejor vista de Siena desde las alturas.



Por último visitamos el baptisterio, con más frescos y cuya obra maestra es la pila bautismal.

Aún caminamos un buen rato en busca de otro par de iglesias, que distaban bastante una de la otra, para colmo la segunda estaba cerrada a pesar de que según los horarios que teníamos aun faltaba media hora para el cierre. El andar por Siena es bastante desagradable pues las calles son estrechas y sin aceras, los vehículos circulan constantemente y los altos edificios de piedra oscura provocan sensación de agobio. Finalmente llegamos al punto donde teóricamente pasan los autobuses que descienden hasta el aparcamiento y nos pusimos a esperar, había varios microbuses y les preguntamos a los conductores, nos dijeron que eran para los turistas de las excursiones con autobuses grandes que paraban en nuestro aparcamiento. Cansados de esperar emprendimos el descenso bastante agotados, enseguida apareció un autobús que nos servía pero por mas señas que le hice no quiso parar. Definitivamente nuestra relación con el transporte público en este viaje ha sido mala.

Un poco antes de que se cumplieran las 24h por las que habíamos pagado nos pusimos en marcha en dirección al área camping de San Gimignano. Antes de entrar paramos a comer en un recodo de la carretera, por fin entramos y confirmamos que había servicio gratuito para llevarnos al pueblo cada media hora. Nos instalamos y ya no nos movimos en toda la tarde, nos dedicamos a hacer un poco de limpieza en la autocaravana, a volcar los cientos de fotos al ordenador de Tere y a relajarnos. ¡Ya nos merecíamos un descanso!

A la mañana siguiente después de una buena ducha nos acercó el encargado en una furgoneta hasta el pueblo, eso sí nos dejó bastante abajo y tuvimos que remontar un par de buenas cuestas antes de acceder a la calle principal por una puerta de la muralla. Quedamos en que nos recogería a las 15,30.

San Gimignano es conocida por su múltiples torres, símbolos del poder de las distintas familias en la edad media. Contemplada en la distancia da la impresión de ser una ciudad moderna con sus rascacielos. Además está rodeada de viñedos en los que se produce el afamado Chianti, y en los bosques de sus alrededores se generan muchas trufas, además hay una buena producción de aceite (aunque esto último para nosotros tenga menos interés).

Antes de entrar en el recinto amurallado comenzó a llover, solo llevábamos un paraguas pequeño así que compramos otro, también compramos unos ricos quesos en un comercio pequeño, la chica que hablaba español nos permitió guardarlos allí y recogerlos a la salida. Poco a poco llegamos hasta la plaza de la Cisterna y a su vecina la del Duomo. En la catedral se conservan las reliquias de Santa Fina la patrona de la ciudad, la capilla a ella dedicada es muy hermosa, la nave central está decorada con multitud de frescos. Después entramos en el palacio comunal y yo me animé a subir a la Torre Grossa, valió la pena el esfuerzo para poder contemplar desde allí las muchas torres y la campiña toscana.



Después nos dirigimos hacia lo que denominan La Roca, en realidad los restos de una fortaleza, desde aquí también se divisa un magnífico panorama.



Nos sentamos en una terraza a tomar un vino, compartiendo mesa, sin darnos cuenta, con un numeroso grupo de alemanes. Descendimos por la calle principal hacia la otra puerta de la muralla, visitamos una iglesia románica y al llegar a la de San Agustín la encontramos cerrada a cal y canto. Deshicimos el camino y empezamos a buscar un lugar para comer, en uno de los restaurantes tenían como reclamo una caja de madera llena de trufas blancas gordas como puños.



Nos animamos y comimos una rica pasta al tartufo con bastantes virutas de trufa fresca y bebimos un gran Chianti. Después de comer compramos unos helados en una heladería que ostentaba el título de mejor helado del mundo de hace un par de años, con el helado en una mano y el paraguas en la otra nos asomamos a un mirador sobre la campiña y allí refugiados dimos cuenta del helado.



Iniciamos el descenso, recogimos los quesos y fuimos al lugar de encuentro con la furgoneta, que llegó unos minutos antes de la hora acordada pero nosotros ya estábamos allí. Una vez en el área recogimos, pagamos y cruzamos la carretera andando y subimos por el camino de una hacienda (cantina) en la que vendían vino y aceite para comprar unas cuantas botellas de vino. Después bajé a por la autocaravana y las cargamos poniendo rumbo al último destino del viaje por la Toscana, Volterra. La carretera recorre paisajes preciosos, entre viñedos, olivares y encinares, pero no encontramos un lugar donde parar para hacer alguna foto. Para los italianos las señales de tráfico, las limitaciones de velocidad y las rayas continuas de la carretera forman parte del paisaje, el adelantamiento con raya continua es habitual, únicamente en este recorrido vimos a la policía sancionando a un vehículo, supongo que por adelantamiento con raya continua.

Si todos los pueblos visitados estaban en alto, Volterra estaba más alto todavía. Después de una gran ascensión paramos en un aparcamiento en el que había un par de autocaravanas y dos camiones, caminamos hasta la parada de autobús y vimos los horarios, solo quedaba un autobús de subida para el que faltaba casi una hora y luego el de descenso salía casi enseguida por lo que no tendríamos más de media hora para dar una vuelta por el pueblo, renunciamos. Me puse a buscar por internet a ver si había algún otro aparcamiento mejor comunicado y encontré uno que al parecer estaba junto a la antigua estación y que desde allí salían escaleras mecánicas. Le metimos las coordenadas al gps y nos pusimos en marcha. Maldita la hora. El gps nos hizo una jugarreta imperdonable, nos metió por unos caminos de tierra y piedra llenos de baches. El camino cada vez descendía más y estaba claro que no llevaba a ningún lugar, así que decidimos intentar dar la vuelta aprovechando un pequeño entrante que había junto a una curva, empecé la maniobra y llegó un momento en el que no pude continuar pues la rueda delantera derecha patinaba. Me bajé, calcé las ruedas traseras con piedras y lo volví a intentar, no hubo manera, la rueda patinaba y echaba humo, pusimos una toalla debajo a ver si agarraba pero fue en vano. La situación era angustiosa, de noche en medio de la nada y la autocaravana parada en una fuerte pendiente en plena curva y calzada con dos piedras. Tere dijo que había que intentar buscar ayuda, caminamos cuesta abajo y encontramos una casa, parecía que no había nadie pero resultó que había luz, golpeamos el cristal de una ventana y apareció una mujer que nos hizo gestos de que diéramos la vuelta a la casa. La puerta estaba en la parte de atrás y allí nos esperaba, le contamos como pudimos lo que pasaba, salió el marido se lo contó, estuvieron hablando entre ellos y por fin ella cogió el teléfono y empezó a hacer llamadas. Al cabo de un rato nos dijeron que venía alguien para echarnos una mano, subimos la cuesta con el marido y allí junto a la auto estaba Michelle con su Land-Rover. Estudió la situación, localizó donde se ponía el gancho para remolcarnos y nos pidió el tornillo-gancho para enroscarlo. No teníamos ni idea de donde estaba, él no paraba de preguntar por la caja de herramientas, por más que la buscábamos en el garaje no aparecía, miré el libro de instrucciones y no lo encontraba y llegaron a preguntarnos si la autocaravana era nuestra; hasta que Tere localizó en el libro que las herramientas están debajo del asiento del copiloto. Menos mal que tiene la virtud de mirar los papeles hasta de canto, o como ella dice “a la mujer y al papel hasta el culo le has de ver”. Encontrado el gancho solo faltaba una maroma para engancharnos al Land-Rover, la que el paisano había subido era muy fina, así que Michelle cogió su Land-Rover y se fue a casa, al poco volvió con una manguera y realizó las ataduras. Me dio instrucciones de cómo llevar la auto una vez que nos arrastrara. Arrancó el Land-Rover y consiguió sacarnos del atolladero, a la altura de su casa paró, desató la manguera, desenroscó el tornillo, que se había torcido y nos lo devolvió. Nos informó que siguiendo el camino llegaríamos a un aparcamiento junto a la piscina y el polideportivo. Le preguntamos que cuanto le debíamos y nos dijo que nada. Tampoco conseguimos que ni él ni el señor de la casa nos aceptaran al menos una botella de vino español. Solo quedaba despedirse y darles las gracias. Nunca olvidaremos lo que hicieron por nosotros. Si alguna vez volvemos por Volterra iremos a verles y les llevaremos algo. De la mujer ni siquiera pudimos despedirnos, y ella tuvo un papel fundamental en la solución de nuestro problemón. Pues fue la que insistió en localizar a alguien que nos echara una mano.

Una vez instalados en el aparcamiento, estudiamos la situación y decidimos que renunciábamos a visitar Volterra, urgía que nos revisaran la rueda pues teníamos muchos kilómetros hasta casa y podía estar perjudicada. Localizamos dos talleres Fiat con servicio para autocaravanas, uno en Pisa y otro en Livorno. Decidimos ir al de Pisa pues aunque la distancia era prácticamente la misma el de Pisa estaba más cerca de la autopista de regreso.

domingo, 6 de noviembre de 2016

II - Florencia


El lunes 10 por fin llegamos a Florencia, aparcamos en el parking de pago de Viale Europa y tomamos el autobús para el centro. Nos bajamos nada más cruzar el río para tener una primera visión del Ponte Vecchio.



Compramos la tarjeta de visite Florencia (Firenzecard) y comimos como turistas “vulgarmente” y comenzamos por fin la visita: La abadía florentina (que solo se puede ver los lunes), el museo Barguello y La iglesia de la Santa Croce.



Ya llevábamos una buena ración de arte encima. Necesitábamos un plano de los autobuses y fuimos a la estación a por él. Al final nos lo dieron en la oficina de turismo de Santa María Novella, a pesar de tenerlo no acababa de localizar la parada del autobús que nos llevara al aparcamiento, el mapa no es muy detallado y aunque dibuja el trazado de las líneas, no especifica las paradas. Por fin después de unos quince minutos encontramos la parada del bus y afortunadamente nos pudimos sentar pues estábamos agotados.

Al día siguiente, que era lluvioso, retomamos las visitas: El museo San Marco y los maravillosos frescos de Fra Angelico.



Palazzo Medicci-Ricardi, especialmente la Capilla Medicea y su espléndida procesión de los Reyes Magos de Benozzo Gozzoli. Escondido en un gran lienzo nos encontramos una imagen de Tyrion Lannister (juego de tronos).



Comimos espléndidamente, en un pequeño restaurante de la vía Cavour (Barbecue) en el que descubrimos un rico plato de la comida toscana la ribollita, una especie de potaje de verduras y legumbres riquísimo.



Después de comer volvió a llover, nos acercamos al impresionante Duomo, visitamos también el baptisterio y subí al campanario de Giotto, realmente no lo subí entero, me paré en el penúltimo piso. Las vistas eran las mismas y me ahorraba unos cuantos peldaños.



Nos acercamos a Santa María Novella, pero ya estaba cerrada. Lo que si pudimos visitar es la Oficina de Farmacia del mismo nombre. Actualmente elaboran cientos de productos cosméticos y perfumes, así como infusiones. El interior del edificio es magnífico y como todos los lugares florentinos, llenos de turistas. No pudimos sentarnos a tomar una infusión. Agotados y con frío regresamos al aparcamiento y como necesitábamos tomar agua y vaciar los depósitos nos fuimos al Área Camping Firenze en la Via Generale Dalla Chiesa.

El miércoles día doce amaneció soleado, nos dimos una buena ducha en las instalaciones del área y volvimos al aparcamiento de viale Europa. Nos montamos en nuestro ya familiar autobús num. 23 dispuestos a continuar empapándonos de Florencia. Al poco rato subió un controlador solicitando los billetes, cuando nos tocó el turno le di las Firenzecard (FC) y me pedía algo más, consultó algo por teléfono y nos informó de las FC no eran suficientes para usar el transporte público y que teníamos que haber sacado un suplemento; por más que protesté alegando que en ningún lugar de la documentación que nos facilitaron informaba de ello y que en todas las ciudades en las que hemos tenido tarjetas de ese tipo el transporte está incluido, nos pidió la documentación y redactó sendas multas de 50€ a cada uno, a él solo se le podía pagar en efectivo, si pagábamos en las oficinas en un plazo de 24h serían 55€ y según pasaran los días se iría incrementando el importe hasta llegar a los 240€ si al final pagábamos en España. Afortunadamente no teníamos efectivo suficiente, luego reflexionamos y decidimos que intenten cobrarnos en España, si es que pueden. Continuamos en el bus hasta nuestro destino, Santa María Novella, a lo largo del recorrido vimos en todas las paradas controladores sancionando a turistas, se ve que ese día los habían sacado a la caza del guiri. Seguro que muchos ingenuos llevaban dinero suficiente picaron y pagaron la multa.

A Santa María Novella se accede por la oficina de turismo, así que antes de entrar compramos los suplementos del transporte. Nos dijeron que de las cinco oficinas de turismo que hay por la ciudad solamente en ésa se pueden adquirir y sólo se pueden pagar en efectivo. Raro, raro, raro.

Indignados pero ya tranquilos comenzamos la visita y nos volvimos a empapar de frescos y otras obras de arte, a la salida comentamos que ya empezábamos a estar un poco saturados y comprendimos el llamado síndrome de Stendhal.



Con alguna que otra equivocación en las direcciones de los autobuses conseguimos llegar al otro lado del Arno, pues allí estaban nuestros próximos destinos. En primer lugar el inmenso palacio Pitti, en cuya parada el conductor no paró a pesar de haberla solicitado con suficiente antelación. Ese día nos tocó sufrir bastante a los empleados de la empresa municipal de transportes. Dada la hora pensamos que lo mejor era comer antes de entrar en el Pitti. Esta vez no acertamos y el lugar elegido era casi comida basura a precio de trattoria. Después de comer tomamos un rico café y buen helado e hicimos unas cuantas compras.

Delante del Pitti había una gran explanada en curva en la que se sienta la gente, nosotros no fuimos menos y allí nos sentamos a acabarnos el helado.




El Pitti es inmenso, alberga cinco museos y unos jardines enormes, visitarlo todo puede ser agotador, así que optamos por lo que nos interesaba: La galería palatina y dentro de ésta intentar buscar las obras de los pintores que más nos apetecía ver: Rafael, Caravaggio, Tiziano, Van Dyck, Tintoretto, Veronés, Ribera...... La organización del museo es un desastre, los cuadros parecen estar puestos en función del hueco que haya en las paredes, lo que obliga a pasar por todas las salas, coger unos croquis que hay a la entrada y ver si hay algo de lo buscado, y si no se hace así se echa una ojeada rápida a la sala y se fija uno en lo que le llama la atención. Así y todo verlo entero es un empacho y acaba produciendo saturación. Además la iluminación, natural o artificial, es deficiente y hay muchos cuadros que reciben reflejos horribles que impiden apreciarlos bien.


A la salida decidimos visitar los jardines Boboli, resultaron ser también inmensos y sin grandes atractivos. Las que si eran grandes eran las cuestas que había para recorrerlos. Por salvar algo de los jardines diré que si que hay hermosas vistas de Florencia.




Como seguía luciendo el sol y estábamos en la orilla adecuada era el momento de ir a la explanada Michellangelo a contemplar la puesta de sol, después de tomar dos autobuses llegamos a la explanada y junto a cientos de turistas nos sentamos en las escaleras a disfrutar de las vistas y de las últimas luces de la tarde. De la puesta de sol propiamente dicha no pudimos disfrutar pues en el último momento aparecieron unas oscuras nubes que lo impidieron.



Aun nos quedaba algo por ver allí cerca y todavía estábamos a tiempo pues no cerraban hasta las siete y media, San Miniato al Monte la única iglesia de estilo románico de Florencia, valió la pena el esfuerzo de subir hasta ella. Seguramente las puestas de sol desde allí son igualmente hermosas y no hay tanta gente como en la explanada.



Finalizada la visita los autobuses se portaron por fin bien con nosotros y solo nos tocó esperar un par de minutos, el siguiente pasaba media hora después. Antes de coger el 23 que nos llevaría a casa pudimos hacer una compra de alimentos de los que daríamos buena cuenta esa noche para cenar: alcachofas en ensalada, un rico embutido, queso, aceitunas y un buen pan, soso, como todos los que hemos comido en Italia, pero rico.

El jueves 13 amaneció lluvioso. Los días pares tocaba sol y los impares lluvia. El objetivo principal del día era visitar la famosa Galería de los Uffizi. Nos tocó hacer una media hora de cola, y no las teníamos todas con nosotros de que estuviéramos en la cola adecuada, pero , al final estábamos en la buena y comenzamos la visita de otro inmenso museo de pintura, abarrotado de gente, un poco mejor organizado que el Pitti, pero también caótico. Fuimos selectivos y así y todo acabamos agotados y saturados. Aunque ningún amante de la pintura debe dejar de visitarlo.



Era la hora de comer y como sería nuestro último día en Florencia no podíamos marcharnos sin probar la afamada bisteca florentina, el T-bone steak de los americanos, una chuleta de vacuno con el hueso en forma de T. Había localizado un restaurante recomendado en alguna guía cerca de los Uffizi donde lo servían con garantía de autenticidad. Allí nos dirigimos, nos tocó esperar más de la cuenta hasta que nos lo sirvieron y la conclusión es que tenía una parte muy jugosa y otra más seca. Nos gusta más la carne roja que de vez en cuando, solo de vez en cuando, comemos por aquí.

Prácticamente habíamos completado el programa de visitas previstas en Florencia, quedaban un par de iglesias, pero nos dedicamos al callejeo que también nos gusta y dimos con una calle llena de palacios y comercios pequeños en los que encontramos cosas bellas y curiosas. Nos comimos el mejor helado de todo el viaje, de chocolate con naranja. En una de las tiendas en las que entramos vimos esta tierna imagen de un perro durmiendo la siesta encima de una mesa.



Al final visitamos ese par de iglesias, aunque sin mucho interés y emprendimos camino al siguiente destino Arezzo.

I - A las puertas de Florencia


Desde hace bastante tiempo teníamos intención de viajar a Florencia, por diversas circunstancias no habíamos podido cumplir nuestro deseo con anterioridad. Por fin en este otoño de 2016 hemos cumplido nuestro deseo, finalmente lo hemos hecho con la autocaravana y lo que nació como conocer Florencia se convirtió en un viaje a la Toscana.
 
Partimos de Madrid con destino a Vic donde pernoctamos en su área municipal de autocaravanas, al día siguiente cruzamos la frontera y emprendimos la larga travesía de Francia, lo más desagradable es la cantidad de veces que hay que parar para pagar el peaje. En eso las autopistas italianas son mucho más amables, solo se paga cuando se sale de la autopista. En cuanto a los precios en ambos países son igual de caros.

La intención era hacer una etapa larga que nos permitiera llegar lo más cerca posible de la frontera italiana, para al día siguiente estar frescos para emprender la larga travesía de los túneles, conseguimos llegar hasta Saint Laurent du Var en los alrededores de Niza.

Antes de retomar la autopista fuimos a llenar el depósito de gasoil a un Leclerc, pues teníamos claro que el gasoil en Italia era bastante más caro que en Francia. Con menos estrés del esperado atravesamos los más de 170 túneles que hay entre Niza y La Spezia. El tramo más complicado es la travesía de Génova, por los cambios de carretera, el mayor tráfico de vehículos y los muchos túneles en curva. Habíamos localizado en La Spezia un comercio, de fácil acceso y con aparcamiento amplio, para comprar una tarjeta telefónica prepago para tener conexión a Internet en Italia. Tuvimos la suerte de dar con una empleada española, aunque con mucho acento italiano, que nos vendió una de la compañía TIM que por 10€ nos daba 3 gigas, válida por 30 días. Después de la compra, comimos en el aparcamiento y pusimos rumbo a Borgo Mozzano para ver y fotografiar su maravilloso puente medieval, por pocos minutos no conseguimos verlo dándole el sol, aquí comenzó nuestro periplo toscano.



 

Marchamos hacia Montecatini Terme, llegamos cuando ya había anochecido y nos fuimos a dar una vuelta por el centro, siguiendo las indicaciones para peatones del google-maps en el teléfono, estaba muy animado y nos sentamos en una terraza a cenar una ensalada y una rica y fina pizza. Después de cenar dimos un paseo por la zona de los balnearios. La temperatura bajó bastante y por la noche comenzó a llover.

A la mañana fuimos a un mercado de productos locales y nos avituallamos de frutas, verduras y quesos todos ellos estupendos, especialmente un queso glorioso: gorgonzola dolce.

Antes de partir hacia el siguiente destino, Pistoia, pasamos por un Decathlon a comprar unos forros polares, pues hacía bastante frío y no íbamos muy preparados de ropa de abrigo.

Llegamos a Pistoia antes de que anocheciera y nuevamente gracias al maps llegamos al centro histórico caminando, nos sorprendió su hermosa plaza llena de palacios, la catedral y el baptisterio. Recorrimos el animado centro peatonal, localizamos un restaurante para comer al día siguiente y nos sorprendió la lluvia. Después de unas cuentas dudas y de unos diez minutos de espera cogimos un autobús que nos dejó en el aparcamiento donde pasaríamos la noche. A la mañana siguiente, nuevamente con la amenaza de la lluvia, visitamos los monumentos de la ciudad y comimos en el lugar elegido la noche anterior: La Bottegaia, todo un acierto, rica comida toscana con excelente relación calidad-precio. Después de comer terminamos el recorrido de la ciudad y regresamos al aparcamiento.



Por la noche había un concierto en la catedral. Estábamos cansados e hicimos pereza y al final no fuimos.
Solo nos restaban algo menos de 50 km para llegar a Florencia.