martes, 8 de noviembre de 2016

III - La Toscana


Hicimos casi todo el camino hasta Arezzo de noche, los últimos kilómetros por carreteras convencionales y comprobamos que así como las autopistas de peaje tienen un excelente asfaltado el resto está en un lamentable estado de conservación. En Arezzo aparcamos en un gran aparcamiento junto a unas cuantas autocaravanas. La noche fue muy lluviosa, pero el viernes 14 amaneció soleado, era día par y se mantenía la regla de que los días pares......

Arezzo, como el resto de poblaciones que visitaríamos después está construida en lo alto de una colina, costumbre muy italiana la de edificar en las cimas de las montañas. Caminamos unos diez minutos hasta la puerta de la muralla en la que empiezan las escaleras mecánicas que llevan a lo alto del pueblo. Visitamos en primer lugar la catedral gótica y echamos un vistazo al resto de edificios históricos que hay en la plaza (palacio episcopal, ayuntamiento....) después fuimos hacia la Piazza Grande deteniéndonos antes para contemplar la Pieve (iglesia en italiano) de Sta. María que tiene una magnífica fachada románica y un campanario con 40 aberturas conocido como la torre de los 100 agujeros.


 
En el interior destaca un maravilloso políptico de Pietro Lorenzzi, una cripta con unos deliciosos capiteles en sus columnas y en la nave central una columna pintada al fresco representando a dos santos.

 

La Piazza Grande está totalmente inclinada y en ella destaca el precioso ábside de la Pieve de Sta. María y en él una columna quebrada muy graciosa.

 

Aquí se rodaron gran parte de las escenas de La vida es bella .
Por último fuimos a la Iglesia de S. Francisco en la que se encuentra el ciclo de 10 frescos de Piero della Francesca sobre la leyenda de la Vera Cruz.



Regresamos a la autocaravana y pusimos rumbo al siguiente destino: Cortona. Que también se encuentra en lo alto de un cerro. Aparcamos a media ladera, comimos y tomamos las escaleras mecánicas que llevan al casco histórico, en realidad una calle principal repleta de pequeños comercios desde la que salen callejones a ambos lados.



Al final del recorrido se llega al Duomo, que estaba cerrado, y al museo diocesano en el que se conservan espléndidas obras de Luca Signorelli y Fra Angelico.


 
Regresamos al aparcamiento, desde el que se divisan unas magníficas vistas del Val di Chana con el lago Trasimeno al fondo. Unos negros nubarrones anunciaban la ruptura de la norma de sol en los días pares.

El siguiente destino era Lucignano y hacia allí nos dirigimos, antes de llegar hicimos una parada en un LIDL para comprar sus magníficos yogures (milbona bio-natural). Lucignano, para no ser menos, también está en lo alto de un cerro, solo teníamos referencia de un aparcamiento y hacia él fuimos con la desagradable sorpresa de que estaba cerrado el acceso por unas vallas. Era noche cerrada y comenzaba a llover. En la travesía de la población no habíamos visto ninguna otra alternativa donde poder parar para recomponer la situación así que decidimos avanzar por la carretera hasta que encontráramos un lugar donde poder hacerlo y plantearnos que hacer, avanzábamos kilómetros sin encontrar donde parar, la lluvia se intensificaba, la noche era cerrada, la carretera estrecha y la situación inquietante. Finalmente accedimos a una población sin saber cual era, el gps y el teléfono nos indicaron que estábamos en Monte San Savino. Encontramos un lugar asfaltado en el que aparcar y decidimos quedarnos allí. La lluvia no cesaba y la tormenta explotó, la antena de televisión localizó el satélite, pero el decodificador no mostraba señal de emisora alguna, pidió una actualización, intentó hacerla pero no conseguía acabar, lo reinicié varias veces con resultado infructuoso, cuando decidimos renunciar no se dejaba apagar, al final tuve que desconectarlo y no ha vuelto a funcionar. Intentamos ver algún capitulo de Juego de Tronos con el dvd de la televisión pero el ruido de la lluvia impedía escuchar el sonido, así que decidimos irnos pronto a la cama. La tormenta duró muchas horas, los relámpagos y los truenos eran cada vez más fuertes y su intervalo cada vez menor.

Después de la tempestad vino la calma y el sábado 15 amaneció frio y soleado, había llegado el momento de replantearse el resto del viaje, teniendo en cuenta que la fecha de regreso desde Italia no se podía variar por los compromisos que teníamos en España, había que renunciar a parte del viaje, y así lo hicimos. De momento y dado que Monte San Savino nos había dado cobijo miramos en la guía y vimos que tenía algún interés y decidimos dedicarle un rato. Recorrimos su centro histórico, que tiene rincones y edificios hermosos, e hicimos alguna compra. Después pusimos rumbo a Montepulciano una población más en lo alto de un cerro, aparcamos en el parquing de pago junto a unas cuantas autocaravanas, revisamos nuestras notas sobre esa población y Tere localizó dos o tres restaurantes de comida toscana recomendables para invitarme a comer pues era su santo. En Montepulciano no hay escaleras mecánicas para subir, pero si un microbús que se coge antes de la muralla y lleva hasta la Plaza Grande en la que están la catedral y el ayuntamiento. Nos pusimos en la parada a esperar y cuando llegó el micro nos montamos le pregunté al conductor que cuanto costaban los billetes y me dijo que él no los vendía.... me fui a sentar junto a Tere y comenzó a ascender por una calle empinada y muy estrecha con comercios a ambos lados, de repente paró junto a uno de los comercios y le pidió a la dependienta dos billetes, me los dió y le pagué los 4€.

Curioso sistema el de los transportes urbanos italianos, en unos no se venden los billetes a bordo, en otros cuesta más comprarlos al conductor que en los comercios donde los venden, en las paradas suele poner donde se venden, pero puede estar desactualizado. En alguna ocasión he ido a comprar billetes a bares donde ya no los venden. En alguna población se pueden comprar vía SMS y en otros se pueden adquirir en las máquinas de pago de los aparcamientos. Un verdadero galimatias.

Nos bajamos en la Plaza en la que están la catedral, el ayuntamiento y el Palazzo Contucci que alberga la Cantina (bodega) del mismo nombre.

 

Montepulciano además de por sus monumentos, callejuelas y magníficas vistas tiene fama por sus excelente vinos, especialmente el Nobile de Montepulciano, que se cultiva en sus laderas en pequeños viñedos.

Comenzamos el descenso por las empinadas cuestas en busca del restaurante elegido El Logge del Vignola, desde el primer momento nos pareció un lugar encantador, el trato exquisito, la comida superior y el vino una maravilla. De aperitivo nos pusieron una especie de brandada acompañada de una copa de espumoso. Tanto el entrante, una tempura de verduras acompañada de una salsa agridulce, como los segundos: un bacalao y unas costillas de cerdo estaban buenísimos, muy bien presentados y con unas guarniciones exquisitas.

La guinda del pastel vino con el postre, un tiramisú deconstruido: una base de helado de avellana en forma de cono truncado, encima una bola de chocolate recubriendo el mascarpone, una vez en el plato lo rocían con grappa de nobile de montepulciano y le prenden fuego, la bola explota y el chocolate se derrite. Si el espectáculo visual era magnífico al degustar aquella exquisitez se rozaba lo sublime. Muy recomendable. www.leloggedelvignola.com



Después de tan espléndida comida retomamos la ascensión a pie por la calle principal, tomamos un café en el histórico Poliziano desde cuya terraza se divisa una magnifica vista hacia el valle con el lago Trasimeno al fondo. En la calle desembocan empinados callejones a izquierda y derecha.

La calle está repleta de comercios de todo tipo y salpicada de palacios. De vez en cuando aparecen miradores al valle, nos lo tomamos con mucha calma y conseguimos llegar hasta lo alto disfrutando de las vistas y de la buena tarde que hacía. Hicimos unas cuantas compras gastronómicas.



Una vez salimos de la muralla contemplamos la puesta de sol entre nubes y más tarde la luna llena sobre el valle.

La noche fue tranquila y el domingo 16 amaneció despejado pero con la niebla densa en el valle. Había anunciado mercadillo ecológico y además queríamos comprar vino. Nos fuimos al mercadillo que resultó ser normal y corriente como los de nuestra tierra, así y todo hicimos alguna compra. El microbús no funcionaba pues la calle estaba ocupada por los puestos del mercadillo, comenzamos la ascensión lentamente, nos paramos de vez en cuando a contemplar las vistas hacia el valle con la niebla, casi sin darnos cuenta llegamos hasta la plaza, allí visitamos un par de cantinas y degustamos algún vino. El recuerdo del que habíamos bebido con la comida del día anterior hacía que ninguno nos gustara, así que esperamos a que abriera el restaurante y les compramos a ellos unas botellas. Nos reconocieron y les encantó que volviéramos.

Pusimos rumbo a Siena, el aparcamiento que habíamos elegido era, teóricamente, el que tenía el acceso más fácil al casco histórico. Por contra sabíamos que sería bastante ruidoso por el tráfico que lo rodeaba. Lo segundo era cierto, lo primero no tanto. Había que caminar unos quince minutos por una carretera con bastante pendiente, el primer tramo no tenía ni acera ni arcén. Después de la dura subida se llegaba a una sucesión de escaleras mecánicas que dejaban cerca de la catedral. Paramos un rato a contemplar la fachada iluminada todavía en parte por el sol.



Me acerqué a la taquilla a comprar las entradas para la visita al conjunto catedralicio, me aseguraron que servían para el día siguiente así que dada la hora optamos por dejar la visita para el lunes y nos dedicamos al callejeo demorando la llegada a la impresionante Plaza del Campo, cuando por fin accedimos a ella el espectáculo fue magnífico, la parte alta de algunos edificios aún estaba iluminada por los últimos rayos de sol.



Divagamos un poco más y finalmente nos sentamos en una terraza a tomar una cerveza, la más cara de nuestra vida, 8€ cada una. Pasamos un buen rato sentados disfrutando del tontódromo (lugar en que la gente pasea de un lado a otro para ver y ser vistos). Así habíamos bautizado hace 7 años a la calle principal de Peruggia en nuestro anterior viaje a Italia. En el camino de regreso a las escaleras pasamos por un comercio de chocolate en el que no paraban de ofrecer muestras de degustación, al final picamos y compramos algo.



La noche según lo previsto fue ruidosa y amaneció con niebla en el valle y sol en lo alto. Repetimos la desagradable subida, pues aunque había autobús no venía ninguno y para comprar los billetes había que ir a una gasolinera cruzando dos carreteras con mucho tráfico y sin paso de peatones.

Cuando llegamos a la catedral estaba cerrada y no ponía el horario de apertura, averiguamos que abriría a las 10,30. Para hacer tiempo entramos en Santa María de la Scalla, edificio gótico antiguo hospital de peregrinos, escuchamos música y localizamos su origen, procedía de una capilla en la que había un concierto de órgano que había empezado a las 10 de la mañana ¡que horarios tan raros tienen en Siena!

Por fin nos adentramos en la catedral y pudimos contemplar las maravillas que alberga, especialmente llamativos son los suelos de mármol con escenas bíblicas e históricas.



También son interesantes la sillería, algunas esculturas de Miguel Ángel y de Donatello, y la librería Piccolomini que alberga los libros del Papa Pio II y cuyo techo está cubierto por frescos de Pinturicchio. Concluida la visita de la catedral accedimos al museo que alberga magníficas esculturas y subimos los casi doscientos peldaños que dan acceso a la azotea de Facciatone, desde la que se tiene la mejor vista de Siena desde las alturas.



Por último visitamos el baptisterio, con más frescos y cuya obra maestra es la pila bautismal.

Aún caminamos un buen rato en busca de otro par de iglesias, que distaban bastante una de la otra, para colmo la segunda estaba cerrada a pesar de que según los horarios que teníamos aun faltaba media hora para el cierre. El andar por Siena es bastante desagradable pues las calles son estrechas y sin aceras, los vehículos circulan constantemente y los altos edificios de piedra oscura provocan sensación de agobio. Finalmente llegamos al punto donde teóricamente pasan los autobuses que descienden hasta el aparcamiento y nos pusimos a esperar, había varios microbuses y les preguntamos a los conductores, nos dijeron que eran para los turistas de las excursiones con autobuses grandes que paraban en nuestro aparcamiento. Cansados de esperar emprendimos el descenso bastante agotados, enseguida apareció un autobús que nos servía pero por mas señas que le hice no quiso parar. Definitivamente nuestra relación con el transporte público en este viaje ha sido mala.

Un poco antes de que se cumplieran las 24h por las que habíamos pagado nos pusimos en marcha en dirección al área camping de San Gimignano. Antes de entrar paramos a comer en un recodo de la carretera, por fin entramos y confirmamos que había servicio gratuito para llevarnos al pueblo cada media hora. Nos instalamos y ya no nos movimos en toda la tarde, nos dedicamos a hacer un poco de limpieza en la autocaravana, a volcar los cientos de fotos al ordenador de Tere y a relajarnos. ¡Ya nos merecíamos un descanso!

A la mañana siguiente después de una buena ducha nos acercó el encargado en una furgoneta hasta el pueblo, eso sí nos dejó bastante abajo y tuvimos que remontar un par de buenas cuestas antes de acceder a la calle principal por una puerta de la muralla. Quedamos en que nos recogería a las 15,30.

San Gimignano es conocida por su múltiples torres, símbolos del poder de las distintas familias en la edad media. Contemplada en la distancia da la impresión de ser una ciudad moderna con sus rascacielos. Además está rodeada de viñedos en los que se produce el afamado Chianti, y en los bosques de sus alrededores se generan muchas trufas, además hay una buena producción de aceite (aunque esto último para nosotros tenga menos interés).

Antes de entrar en el recinto amurallado comenzó a llover, solo llevábamos un paraguas pequeño así que compramos otro, también compramos unos ricos quesos en un comercio pequeño, la chica que hablaba español nos permitió guardarlos allí y recogerlos a la salida. Poco a poco llegamos hasta la plaza de la Cisterna y a su vecina la del Duomo. En la catedral se conservan las reliquias de Santa Fina la patrona de la ciudad, la capilla a ella dedicada es muy hermosa, la nave central está decorada con multitud de frescos. Después entramos en el palacio comunal y yo me animé a subir a la Torre Grossa, valió la pena el esfuerzo para poder contemplar desde allí las muchas torres y la campiña toscana.



Después nos dirigimos hacia lo que denominan La Roca, en realidad los restos de una fortaleza, desde aquí también se divisa un magnífico panorama.



Nos sentamos en una terraza a tomar un vino, compartiendo mesa, sin darnos cuenta, con un numeroso grupo de alemanes. Descendimos por la calle principal hacia la otra puerta de la muralla, visitamos una iglesia románica y al llegar a la de San Agustín la encontramos cerrada a cal y canto. Deshicimos el camino y empezamos a buscar un lugar para comer, en uno de los restaurantes tenían como reclamo una caja de madera llena de trufas blancas gordas como puños.



Nos animamos y comimos una rica pasta al tartufo con bastantes virutas de trufa fresca y bebimos un gran Chianti. Después de comer compramos unos helados en una heladería que ostentaba el título de mejor helado del mundo de hace un par de años, con el helado en una mano y el paraguas en la otra nos asomamos a un mirador sobre la campiña y allí refugiados dimos cuenta del helado.



Iniciamos el descenso, recogimos los quesos y fuimos al lugar de encuentro con la furgoneta, que llegó unos minutos antes de la hora acordada pero nosotros ya estábamos allí. Una vez en el área recogimos, pagamos y cruzamos la carretera andando y subimos por el camino de una hacienda (cantina) en la que vendían vino y aceite para comprar unas cuantas botellas de vino. Después bajé a por la autocaravana y las cargamos poniendo rumbo al último destino del viaje por la Toscana, Volterra. La carretera recorre paisajes preciosos, entre viñedos, olivares y encinares, pero no encontramos un lugar donde parar para hacer alguna foto. Para los italianos las señales de tráfico, las limitaciones de velocidad y las rayas continuas de la carretera forman parte del paisaje, el adelantamiento con raya continua es habitual, únicamente en este recorrido vimos a la policía sancionando a un vehículo, supongo que por adelantamiento con raya continua.

Si todos los pueblos visitados estaban en alto, Volterra estaba más alto todavía. Después de una gran ascensión paramos en un aparcamiento en el que había un par de autocaravanas y dos camiones, caminamos hasta la parada de autobús y vimos los horarios, solo quedaba un autobús de subida para el que faltaba casi una hora y luego el de descenso salía casi enseguida por lo que no tendríamos más de media hora para dar una vuelta por el pueblo, renunciamos. Me puse a buscar por internet a ver si había algún otro aparcamiento mejor comunicado y encontré uno que al parecer estaba junto a la antigua estación y que desde allí salían escaleras mecánicas. Le metimos las coordenadas al gps y nos pusimos en marcha. Maldita la hora. El gps nos hizo una jugarreta imperdonable, nos metió por unos caminos de tierra y piedra llenos de baches. El camino cada vez descendía más y estaba claro que no llevaba a ningún lugar, así que decidimos intentar dar la vuelta aprovechando un pequeño entrante que había junto a una curva, empecé la maniobra y llegó un momento en el que no pude continuar pues la rueda delantera derecha patinaba. Me bajé, calcé las ruedas traseras con piedras y lo volví a intentar, no hubo manera, la rueda patinaba y echaba humo, pusimos una toalla debajo a ver si agarraba pero fue en vano. La situación era angustiosa, de noche en medio de la nada y la autocaravana parada en una fuerte pendiente en plena curva y calzada con dos piedras. Tere dijo que había que intentar buscar ayuda, caminamos cuesta abajo y encontramos una casa, parecía que no había nadie pero resultó que había luz, golpeamos el cristal de una ventana y apareció una mujer que nos hizo gestos de que diéramos la vuelta a la casa. La puerta estaba en la parte de atrás y allí nos esperaba, le contamos como pudimos lo que pasaba, salió el marido se lo contó, estuvieron hablando entre ellos y por fin ella cogió el teléfono y empezó a hacer llamadas. Al cabo de un rato nos dijeron que venía alguien para echarnos una mano, subimos la cuesta con el marido y allí junto a la auto estaba Michelle con su Land-Rover. Estudió la situación, localizó donde se ponía el gancho para remolcarnos y nos pidió el tornillo-gancho para enroscarlo. No teníamos ni idea de donde estaba, él no paraba de preguntar por la caja de herramientas, por más que la buscábamos en el garaje no aparecía, miré el libro de instrucciones y no lo encontraba y llegaron a preguntarnos si la autocaravana era nuestra; hasta que Tere localizó en el libro que las herramientas están debajo del asiento del copiloto. Menos mal que tiene la virtud de mirar los papeles hasta de canto, o como ella dice “a la mujer y al papel hasta el culo le has de ver”. Encontrado el gancho solo faltaba una maroma para engancharnos al Land-Rover, la que el paisano había subido era muy fina, así que Michelle cogió su Land-Rover y se fue a casa, al poco volvió con una manguera y realizó las ataduras. Me dio instrucciones de cómo llevar la auto una vez que nos arrastrara. Arrancó el Land-Rover y consiguió sacarnos del atolladero, a la altura de su casa paró, desató la manguera, desenroscó el tornillo, que se había torcido y nos lo devolvió. Nos informó que siguiendo el camino llegaríamos a un aparcamiento junto a la piscina y el polideportivo. Le preguntamos que cuanto le debíamos y nos dijo que nada. Tampoco conseguimos que ni él ni el señor de la casa nos aceptaran al menos una botella de vino español. Solo quedaba despedirse y darles las gracias. Nunca olvidaremos lo que hicieron por nosotros. Si alguna vez volvemos por Volterra iremos a verles y les llevaremos algo. De la mujer ni siquiera pudimos despedirnos, y ella tuvo un papel fundamental en la solución de nuestro problemón. Pues fue la que insistió en localizar a alguien que nos echara una mano.

Una vez instalados en el aparcamiento, estudiamos la situación y decidimos que renunciábamos a visitar Volterra, urgía que nos revisaran la rueda pues teníamos muchos kilómetros hasta casa y podía estar perjudicada. Localizamos dos talleres Fiat con servicio para autocaravanas, uno en Pisa y otro en Livorno. Decidimos ir al de Pisa pues aunque la distancia era prácticamente la misma el de Pisa estaba más cerca de la autopista de regreso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario